martes, 19 de febrero de 2013

MEDICOS DE LA EDUCACION

Médicos de la educación como respuesta a la necesidad de obtener el máximo aprovechamiento de las cualidades psicológicas de nuestros hijos, para dar lugar a la formación de hombres y mujeres sanos mental y psíquicamente.

En el afán de la medicina psicosomática moderna para ayudar a los niños a encontrar el camino de su felicidad en esta sociedad inestable y angustiada en que les ha tocado vivir. Esta sociedad que ha convertido en un lujo correr, jugar, chillar, chapotear o detenerse a sonreir.

En una palabra, hoy no hay tiempo para dejar a nuestros hijos sentirse niños y vivir como tales.

La acción del médico especialista en infancia y el fabuloso avance en las técnicas generales de la Medicina, han hecho que la mortalidad infantil sea hoy tan pequeña, que ya hemos olvidado a las madres de un ayer no muy lejano, con su belleza perdida prematuramente, agobiadas por el dolor de ver morir a estos mismos hijos, que hoy son cada día más altos, más fuertes y que se desarrollan hasta el máximo de sus posibilidades hereditarias en el aspecto físico.

Las exigencias de esta sociedad tecnificada crecen constantemente, la organización social ha hecho de la selección su método. Triunfar en la vida, aspiración de todo hombre actual, es cada vez más difícil. Se exige más, cada vez más, para llegar a la meta.

Pero además de triunfar necesitamos sentirnos, al menos por algunos instantes, libres. Tener tiempo para gozar de este triunfo, que se convierte para muchos, en tumbas de sus propias ilusiones.

He aquí el dilema que ha dado lugar a la necesidad de que existan los médicos de la educación.

Yo quiero que mi hijo sea un triunfador. No quiero verle anónimo, no quiero verle sufrir el mal de nuestra época, la crueldad sutil de la indiferencia colectiva.

Sé que sólo yo, como padre o como madre, me ocuparé altruísticamente de él. Más allá de la infancia estará solo. Solo en medio de una multitud, que luchará y se afanará, pero que nunca tendrá tiempo para reconocerse, para sonreírse.

Nunca en la historia del hombre, nuestro prójimo ha estado tan cerca físicamente y, sin embargo, tampoco nunca ha estado tan lejos psíquicamente como en estos tiempos nuevos que los niños de hoy pronto van a tener como propios.

Y el padre piensa: “tengo que forzarle, exigirle. No debo dejarle un instante. Es preciso”.

Y el padre siente:” y sin embargo, ?No estaré equivocado?, ?no será baldío tanto sacrificio?, ?no me estoy “pasando de rosca” en mis exigencias? Realmente el camino por el que le azuzo, impulso u obligo ?será en realidad, el más apropiado para este hijo mío?”

Nosotros no pretendemos ir contra esta corriente, entre otras cosas, porque también tiene sus puntos positivos y hay que aceptar todas las consecuencias del progreso que tantos beneficios de todo orden comporta. Lo que ofrecemos es participar en la preparación psíquica de los niños para que tengan las máximas probabilidades de encajar como miembros activos, en la sociedad.

Queremos abrir un poco la luz en el cotidiano problema de millones de padres, que se afanan en lograr para su hijo un mundo mejor en el que sean verdaderamente felices.


Publicado en Octubre de 1969.