lunes, 28 de noviembre de 2011

HAY UNO QUE VIVE EN MI Y QUE NO SIEMPRE SE IDENTIFICA CON YO


         Es la actividad cortical superior quien al controlar la vida del sistema límbico, incluso del sistema mesodiencefálico, nos dará la conciencia de que hay uno que vive en mi y que no siempre se identifica con yo.

            Con el nacimiento nos regalan una dotación biológica que funciona para darnos una vida físico-química y una vida que empieza siendo sintiente, que empieza a configurar la psicología de los sentimientos, así que el animal siente miedo (algunos defienden la idea de que las plantas sienten miedo, ya se que esto choca con la idea de que las plantas no tienen sistema nervioso pero yo tengo unas experiencias muy curiosas con electroencefalografía en plantas con unos resultados sorprendentes, como que el electroencefalógrafo se mueve ante determinadas situaciones de la planta, si se mueve significa que la planta ha producido un cambio electromagnético).

            Dejando al margen las plantas, de lo que estamos seguros es de que los animales sienten, nosotros sentimos y en un primer momento somos lo que sentimos, vivimos las sensaciones y nuestra vida es instantánea, presente y permanente, son chispazos son fotos que no configuran una película, más que en todo caso películas muy breves de dos o tres secuencias y que no dan todavía la perspectiva del tiempo y que sólo a medida que el niño vaya configurando la corporalidad de su cuerpo inmerso en un “cuerpo” con el que se identifica, que es su entorno; recordemos la experiencia de los aborígenes australianos que no tienen derecha e izquierda, tienen este y oeste, norte y sur, no dicen jamás está a mi derecha, sino que dicen está al oeste o está al este, con lo cual evidentemente la localización del objeto es idéntica, pero la corporalidad es diferente.

            Si queréis vamos mucho más atrás, ¿cómo localizan las abejas aquello que les interesa?. Hay un baile codificado que transmite a sus compañeras el ángulo en el que tienen que volar con respecto al sol, lo que significa que tienen que transmitirlo rápidamente porque si no la tierra se mueve y las abejas se pierden.

            Tenemos el regalo del primer nivel, la primera posibilidad de comunicación, pero es una comunicación en la que el sujeto sólo comunica al otro sujeto y a sí mismo lo que es capaz de ser, de poseer, nadie puede comunicar lo que no es, lo que no tiene, lo que para él no existe. Lo que no puede comunicar a sí mismo, no lo puede comunicar a los demás, es la existencia del tiempo y del espacio porque corresponde a un nivel más evolucionado de las estructuras neurocerebrales.

            Los niños en pocas semanas desarrollan nuevas estructuras corticales con una nueva relación entre el sistema grial y el sistema neuronal dando lugar a una nueva capacidad de la máquina cerebral para llegar a tener la conciencia del tiempo del espacio y con la conciencia del tiempo y del espacio aparece delimitada la vivencia del yo. En estos momentos el niñ@ no sólo siente sino que empieza a sentir dentro de unos marcos para diferenciar las sensaciones según ciertas características de tiempo, de espacio y de condiciones que siempre sujetas por el tiempo y el espacio condicionan criterios psicológicos como: bondad o maldad, que son criterios psicológicos totalmente ajenos a lo biológico.

            Ahora, el hambre, por ejemplo, se somete a un juicio crítico de bondad – maldad.

            Empiezan a aparecer situaciones tales como: no beber de esta agua por mucha sed que tengas porque está contaminada, y empieza a aparecer el no comer esta carne por mucha hambre que tengas porque es día de prohibición. Todos estos criterios surgen del segundo nivel que el niño no recibe como regalo de la herencia genética sino que lo que se le regala, se supone, es una herencia ambiental.

            El niño nacerá en un entorno social y ese entorno social le “regala” la capacidad para desarrollar sus criterios de bondad-maldad, de atractivo-repulsivo, de afirmativo-negativo con respecto a lo que siendo antes una sensación se convertirá ahora en un sentimiento, si bien, sentimiento de los que al principio no posee ni claras definiciones ni claras jerarquizaciones. Será con el desarrollo de las propias estructuras mentales mediante las que irá configurando un programa de criterios de valoración que incidirán plenamente no sólo en las sensaciones (placer-displacer) sino en los sentimientos y en lo que es lícito sentir, en lo que debo o no debo, en lo que es mejor que, así frente al hambre el animal primario no tiene más que una sola opción, procurar comer; el animal secundario que ha sido simplemente domesticado ya no come más que bajo un cierto condicionamiento, en este caso los condicionamientos obedecen a un adiestramiento al que le ha sometido, o bien, sus propias experiencias, o bien, la educación de un ser superior, el amo de ciertos perros de guardia les enseña, les adiestra a no comer más que bajo unas ciertas condiciones, supongo que debe haber límites de hambre tan intensos que vencerían esta resistencia, pero por lo menos les hace inmunes a la típica treta del ladrón que les proporciona la hermosa chuleta bien envenenada; esos perros adiestrados no comerán la chuleta aunque tuvieran hambre y sea apetitosa, no porque esté envenenada, que no lo saben, sino porque han sido condicionados a no comer si no es bajo un cierto hiperestímulo, una cierta señal que es la única que permite abrir el circuito de la comida.

            Este ejemplo que en los animales es de adistramiento, también se da en los niños; a los niños se les adiestra muy pronto a no comer si no es la hora, a no comer según qué cosas y al revés, a comer aunque no te apetezca, a comer aunque no tengas hambre o a comer cosas que no te gustan. Estos adiestramientos en el animal ponderarán lo que llamamos domesticación, en el niño lo que al principio es domesticación debe de convertirse en un criterio de conducta propio que asume por identidad con los miembros de la tribu, que son los que profesan esas creencias y son los que las han enseñado en las primeras comunicaciones.

            Así pues, podemos dividir en tres grandes grupos; el primero es un grupo biológico en el que hay el regalo genético del animal y los instintos que producen necesidades en forma de sensaciones.

            Las posibilidades de libre albedrío o de elección no son más que las que limita el marco de lo genético. Así que las migraciones de los animales migratorios, las épocas de acoplamiento y probablemente la floración de las plantas viene decidida por fenómenos en los que el sujeto participa muy poco y, por lo tanto, este sujeto no podrá comunicar a los demás lo que no le pertenece, no habría por lo tanto posibilidad de comunicación intersubjetiva del instinto migratorio que comparten pero no se transmiten, no se ofrecen mutuamente aunque lo viven juntos, aunque lo realizan al mismo tiempo y a la par no son conscientes de que el otro también es sensible a su vivencia, ni son sensibles ellos a la identidad de la vivencia del vecino; por lo tanto, si recordamos ahora aquellos días en que habláblamos, en el curso de invierno, de la psicología de grupo, recordaremos que la primera base para la formación del grupo humano, es la conciencia de la comunidad de sentimientos, es decir, de la comunidad de sensaciones lo que ya lo convierte, por el mero hecho de ser conscientes, en que además de sentir lo mismo, sentimos la emoción de sentir lo mismo, experimentamos una emoción que nos identifica con los otros elementos del grupo.

            Esta consciencia del sujeto que le hace conocerse idéntico al otro constituye el segundo nivel de la construcción del SER que denominaremos el nivel psicológico.

            Los animales están atados por condicionamientos, nosotros estamos atados por conocimientos. Conocemos que tú y yo sentimos lo mismo y ante el descubrimiento de esta comunidad de sentimientos aparece ante esa identidad de sensaciones, incluso de sentimientos, aparece una nueva identidad que es la grupal, y dentro del grupo y en esa dinámica de grupo se establecen las primeras comunicaciones intersubjetivas.

            En el tercer nivel el sujeto grupal que comunica sus emociones dentro del grupo desarrolla criterios de posición altruista, es decir, de ver el mundo desde el otro, en cuyo caso aparece algo verdaderamente nuevo; la primitiva identidad de emociones es substituida por la diferencia personal, las diferencias personales, es decir dentro de un plano de identidad instintiva hay un plano de identidad grupal y solamente en el máximo nivel evolutivo aparecerá la diferenciación personal que nos dará lugar al tercer nivel intersubjetivo que es el que: yo me parezco a todos los de mi grupo pero no soy idéntico a nadie.

            El tercer nivel es el que llamamos espiritual, psíquico, mental, donde persiste la conciencia de la sensación, esta sensación inconsciente que me provoca emociones, y vivo estas emociones, y me identifico con ellas pero la implicación de yo con mis vivencias la determina mi nivel de conciencia de esa implicación de mis vivencias con las normas sociales de mi comunidad que es el segundo plano, o sea, el psicológico.

            Todavía hay un nuevo nivel que es el de la existencia racional o espiritual que se basa siempre en la referencia de yo conmigo mismo en la absoluta presencia constante de yo en el otro y del otro en yo. Y el otro entonces se convierte en un ente, sus emociones, sus sensaciones, sus ideas viven en mi conciencia, soy consciente de mi diferencia con respecto al otro que, sin embargo, es tomado como alguien con quien yo intersubjetivizo, yo soy en la medida en la que él acepta lo que yo soy en él y en mi, y entramos por lo tanto en el fenómeno de relación fundamentalmente basado en los criterios espirtuales de la convivencia basada en la identidad del conocimiento y en la aceptación de yo ante mi mismo, ante los valores psicosociales y ante “el otro”.

            Vamos a terminar este recuerdo de la comunicación intersubjetiva aplicándola a nuestro mundo de los niños; he repetido muchas veces la idea de que el espacio coloquial existe en la mente humana como un ritmo que somos capaces primero de configurar y luego cuando nos encontramos con la idea, somos capaces de comunicarla a través del ritmo.

            En muchísimas ocasiones hemos hablado de lo que llamamos espacio coloquial, quisiera definir este espacio como una estancia de comunidades secuenciales, mi mente vive un determinado estado de ánimo y una determinada forma de ser y esa forma de ser compuesta de sentimientos, sensaciones y consciencias me la ofrezco a mi mismo, soy plenamente consciente de lo que estoy viviendo, me vivo a mi mismo y a la vez esto que yo vivo entra en sintonía con lo que vive el otro y el otro se convierte en el espejo de mis secuencias, recordemos ahora las neuronas en espejo de Rizzolatti, pues bien, creo que en algún lugar del cerebro hay programas neuronales en los que la función armónica controladora de los ritmos de excitación de la neurona y la neurona con sus ritmos de excitación controlados por el propio ritmo, tienen mucho que ver con la capacidad de transmitir y captar los estados de ánimo, los “sentires”, los “vivires” del otro, y sentirlos no sólo a través de la comunicación intersubjetiva sino a través de mi participación en tu estancia, vivo contigo tu ser, soy tu espejo referencial aunque en algunas ocasiones, o muchas, yo no apruebe tu estado de ánimo o incluso lo quiera modificar, pero lo modifico desde dentro; si tú estás muy triste porque has perdido a alguien a quien tú amabas, yo vivo contigo y tú te sientes vivo en mi porque yo vivo en mi tu dolor, aunque yo emplee todos mis afanes en cambiar tu dolor por alegrías, aunque yo te diga “no estés triste”, tú sientes que yo vivo tu tristeza mientras intento modificarla. Esta curiosa paradoja es el resultado de la aplicación de la capacidad del cerebro humano para establecer sintonías, espacios coloquiales, que se pueden convertir en un espacio físico-químico; la típica idea de una pareja sentada en un banco del parque que está en un sistema de comunicación intenso y cerrado, que crea a su alrededor una burbuja delimitadora respecto al resto de personas y de experiencias incluso de estímulos; esta imagen sigue siendo cierta pero también puede ser y existir la sintonía sin configuración de espacio, la sintonía puede serlo con un escritor ya fallecido al leer su obra literaria y vivimos con él la emoción que él vivió al escribirla, participamos de esa emoción, la hacemos nuestra, experimentamos que pertenece a nuestro mismo grupo y en estos instantes nos sentimos identificados de persona a persona, intersubjetivados; por lo tanto, es posible comunicarse de sujeto a sujeto a través del tiempo y del espacio. Sólo a través de ese sistema es posible para el ser humano elaborar criterios espiritualistas, elevarse más allá del tiempo y del espacio y conseguir la comunión, la comunicación con seres que ni siquiera están presentes ni en el tiempo ni en el espacio y que, sin embargo, permanecen en nosotros bien a través de registros de memoria, o bien a través de escritos de voces que nos manifiestan sus estados de ánimo, sus subjecciones vividas en el tiempo y en el espacio cercano pero que en cualquier caso más allá de esa cercanía o lejanía somos capaces de sintonizar con ellos, vivirlo al unísono y experimentar la sensación de ser en el otro, mientras el otro es en nosotros.