viernes, 3 de febrero de 2012

PEDOFILIA, PEDERASTIA Y PORNOGRAFIA INFANTIL




La implicación de los niños en las actividades sexuales de los adultos es una práctica tan antigua como la raza humana, pero en nuestra cultura no sólo es delictivo sino que constituye un tabú cultural.

La alarmante noticia sobre pedofilia en Internet que han dado a conocer los medios de comunicación ha vuelto a poner sobre la conciencia de todos nosotros unos hechos tan desagradables como alarmantes.

Durante estos últimos días nuestro equipo de especialistas en desarrollo infantil ha recibido innumerables demandas de información por parte de muchos padres y madres angustiados ante las dudas que esta noticia les ha provocado.

Lo que más frecuentemente hemos  detectado es la inquietud de los padres por el miedo que experimentan ante el posible daño que hubieran podido sufrir sus hijos y sin que ellos se enterasen.

La mayoría de nuestros consultantes se sentían indefensos y querían saber cómo podían saber de inmediato la existencia de estos hechos para prevenirlos y evitarlos o por lo menos reducir al máximo su reincidencia.

La respuesta, desgraciadamente, es sencilla y simple:

־         No conozco motivos ni medios seguros para conocer con seguridad la existencia de los abusos sexuales sobre los niños pequeños, porque las únicas pruebas son ciertas señales en el cuerpo, producto del tacto reiterativo o ciertas manchas en la ropa, pero se pueden confundir con facilidad ya que hay “señales” que no tienen nada que ver con abusos sexuales.

Si la acción abusiva se ha limitado a fotografiarlos, toquetearlos o manipularlos pero sin dejar “señales” en su cuerpo o en su ropa NO ES POSIBLE conocer los hechos más que por casualidades como las que ha ocurrido en el caso de Internet en el que la denuncia procede del establecimiento que realizaba el revelado de las fotos o películas.

Cuando los niños o niñas son mayores y pueden hablar, es más fácil pero también resulta complicado porque los niños tienden a expresar la “realidad” de maneras muy peculiares que muchas veces no corresponden a la realidad de los adultos.

           Les invito a recordar un caso que sí vi personalmente hace muchos años con una niña de cuatro años y pico.

La protagonista de aquella historieta (que es totalmente verídica y real) llegó a su casa explicando que la maestra les había explicado en clase, que “…el toro nos da el café”; cuando en la realidad de los adultos lo que había sucedido es que la maestra se había esforzado en explicar a sus parvulitos que quien nos daba la leche era la vaca.

           Pero la capacidad fabulante de asociación mágica de los niños pequeños puede “explicar” situaciones que en realidad nunca ocurrieron de la manera que ellos cuentan. Pero que por otra parte, es la manera tal y como ellos lo codificaron y lo integraron en su mente como si “hubiera sido real”.

           Desgraciadamente los actos de interacción erótico- sexual en los que participan voluntaria o involuntariamente niñ@s de corta edad, son muy abundantes y mucho más frecuentes de lo que la mayoría oficial suele plantear como normalidad.

Poc@s serán l@s lector@s de estas líneas que no hayan vivido personalmente durante su infancia algún episodio de este tipo, o que no hayan participado en el suceso aunque no se haya significado como protagonista principal.

           Mi experiencia sobre esos temas me permite afirmar que cuando los niñ@s han sido seducidos con un trato amable y delicado acompañado de muestras de afecto y admiración, es sorprendente la manera tan sencilla, fácil y natural como lo interpretan y lo integran los pequeños a través de su inocencia.

En estos temas tan tristes y desagradables sólo hay una buena noticia para los padres y para los propios niños: Si no hay violencia, ni agresión, ni dolor, los niños o niñas no experimentan efectos negativos en el proceso de su desarrollo (ni físicos, ni psicológicos).

Pero los sentimientos de angustia que expresan los padres o educadores, cuando se enteran de los hechos y la intensidad con que los manifiestan, dada la gran importancia que les conceden, pueden influir efectos trascendentes en el equilibrio evolutivo de los niñ@s afectad@s.

Cuando son un poco más mayores o sencillamente cuando están más maduros (aunque tengan la misma edad), es cuando empiezan a sentirse atrapados en la intensidad de unas pasiones que no son capaces de “asimilar” pero si son capaces de captar y vivir plenamente.

En estos casos, es de todo punto aconsejable la intervención de un experto profesional que primero estudie cada caso y dictamine el diagnóstico particular de cada niño o niña (porque aunque hayan vivido lo mismo, cada uno ha captado vivencias personales distintas).

En segundo lugar, es muy importante que este profesional oriente y dirija la actuación de apoyo que considere más pertinente en cada caso.

En mi opinión, suelen necesitar más orientación, guía y conducción los padres y familiares que los propios niños, a los que en muchas ocasiones es mejor y más prudente no hacerles revivir aquellas complicadas situaciones y programar la intervención terapéutica de apoyo a través de padres y educadores.

Como resumen global me parece conveniente insistir:

1.      En todo momento me refiero a los abusos sexuales cometidos en niños menores de 6 años.
2.      Si los actos cometidos lo han sido con violencia suelen dejar “señales” que fácilmente levantan sospechas.
3.      Si los actos cometidos se han producido sin violencia no suele ser posible su descubrimiento, salvo casualidades por azar, pero ante las más mínima sospecha aconsejo estar al acecho y “poner trampas”.
4.      Cuando no hay violencia los niñ@s menores de 5-6 años no suelen quedar traumatizados.
5.      Es muy necesario actuar con gran cautela cuando se descubren casos así, porque la reacción angustiada, indignada y a veces violenta de los padres ante el descubrimiento de los hechos puede herir gravemente la estabilidad evolutiva y el desarrollo futuro de los niños y niñas, los cuales se pueden sentir causantes del escándalo y, por lo tanto, gravemente culpables, con lo que, sin querer, hace más daño el remedio que la propia enfermedad.
6.      Cualquier intervención debe dirigirla un experto de confianza, quien suele actuar, más sobre los padres y educadores, que sobre los niños afectados.

En temas tan delicados toda prudencia y cautela es poca porque son muchos los casos que causan más daño la intervención posterior de los familiares que la propia actuación delictiva

José Moyá Trilla